ENTRE SiRiOS Y LiBANESES

Siria y el Líbano son dos de los países del Medio Oriente que peor fama tienen, de acuerdo a las noticias de la prensa internacional. Más de cincuenta años en la línea del frente de los conflictos de la región sostienen esta idea. El Líbano y su capital, Beiruth, fueron durante mucho tiempo sinónimo de desintegración nacional y guerra civil; mientras que Siria, con varias guerras con Israel sobre sus espaldas, es uno de los países parias señalados por el Pentágono. Sin embargo, recorrerlos fue, para nosotros, una de las mejores experiencias de todo el viaje hasta el momento. La gente, la cultura, los monumentos y paisajes y, no menos importante, la comida, convirtieron este trayecto en las antípodas de anteriores tramos más sufridos.

EN TERRITORIO SIRIO
Nuestra entrada a la Repúblıca Arabe Siria por la ciudad de Deraa, apenas a 3 km. de la frontera jordana, fue alentadora, especialmente después de haber esquivado los últımos intentos agresivos de los adolescentes jordanos. Sólo cruzar la frontera y esa molesta costumbre de apedrear ciclistas quedó definitivamente atrás. Entramos a la ciudad de noche, pues habíamos estado esperando cerca de dos horas en el puesto fronterizo que nos dieran la visa, y un hombre en motocicleta nos guió hasta el único hotel de la ciudad. Una pareja alemana nos ayudó a subir bicicleta y equipaje hasta el tercer piso, donde estaba la amplia habıtación. Recorrimos luego un poco de la ciudad, palpando el ambiente de este nuevo país.

Al día siguiente salimos para la capital, Damasco, posiblemente la ciudad más antigua del mundo, habitada continuamente desde hace más de 10.000 años. Fueron unos 120 km. por un llano semidesértico, con algunas tierras trabajosamente cultivadas y pastoreadas, ligeramente en pendiente hacia arriba y con un viento en contra considerable. Pero conseguimos llegar a la ciudad antes del anochecer, entrando a una metrópoli por momentos bastante desordenada, especialmente en las cercanías del barrio antiguo. Nos costó muchísimo trabajo encontrar el hotel que buscábamos, casi escondido entre los recovecos de las antiguas callejuelas. La gente ayudaba, pero nuestro conocimiento del árabe, menos que rudimentarıo, no alcanzaba, y pocas personas conseguían hacerse entender en inglés o francés.

Durante dos días recorrimos la antiquísima ciudad, admirando sus viejos e intrincados souks (bazares), su ciudadela medieval y su muralla romana. Es de destacar la magnificencia de la enorme mezquita de los Omeyas, primera dinastía del imperio islámico (que dominó desde Persia hasta España en el siglo VIII), erigida sobre un antiguo templo grecorromano y que sirvió de modelo para infinidad de templos construidos con posterioridad. También fuimos al Museo Nacional, repleto de piezas arqueológicas entre las que se destacan la tableta de arcilla, minúscula, originaria de Ugarit, con el primer alfabeto conocido, y los frescos de una sinagoga de la ciudad romana de Doura Europos.

Desde Damasco fuimos a visitar las ruinas de la ciudad de Palmira, unos 200 km. hacia el interior del desierto sirio. Palmira fue una ciudad que creció como enclave comercial en la vieja ruta de la seda que unía comercialmente la China con el mundo mediterráneo. El crecimiento de Palmira se dio especialmente a partir de la decadencia del reino de los nabateos en Petra luego de la conquista romana. Los palmirenses, en cambio, se enriquecieron gracias a su buen vínculo con el imperio. El emperador Adriano visitó la ciudad en 136 DC y le concedió un status privilegiado por su lealtad, de lo que atestigua todavía un gran arco de triunfo. Sin embargo, la fama histórıca de Palmira se debe a su ambiciosa reina Zenobia, que a fines del sıglo III, aprovechando los problemas en que se encontraba el Imperio Romano, intentó alzarse con su parte oriental. Fue finalmente derrotada por el emperador Aureliano que, según algunas fuentes, la paseó en triunfo por las calles de la capital imperial. De esta historia quedan como testimonio un enorme templo dedicado a Baal, columnas por doquier, un magnífıco teatro y varias tumbas, entre otros monumentos.

En Damasco, después que en la embajada iraní nos dieran mil vueltas para darnos una visa, decidimos cambiar el recorrido e incluir una visita al Líbano. Con dudas por la fama violenta del pequeño país, salimos de Damasco rumbo a una frontera caliente, repleta de señales de un pasado violento aun fresco, con camiones militares, tanques y cuarteles en casi todo el camino hasta el límite entre los dos países. En la terrible guerra civil que asoló al Líbano a partir de 1975, la intervención siria fue un factor de importancia capital y, muchas veces, de equilibrio. El ejércıto sirio se retiró definitivamente de su vecino país recién en 2005, luego de que un coche bomba volara por los aires a un ex primer ministro libanés, Rafiq Hariri, atentado del cual fueron acusados.

Ver las fotos del priımer tramo por Siria.
Ver las fotos de la visita a Palmira.

LIBANO DE SUR A NORTE
Actualmente el Líbano se encuentra inmerso en una crisis política de proporciones, debida al equilibrio de fuerzas políticas entre el Hezbollah, partido islamista, y una coalición encabezada por los partidos cristianos. Es decir, casi los mismos bandos que se enfrentaron en la guerra civil. Aunque, por suerte, esta vez no intentan resolverlo por la fuerza.

Para pasar de Siria al Líbano tuvimos que cruzar los montes Antilíbano, una trabajosa cuesta de dos decenas de kılómetros. Una vez superados y cruzado el puesto fronterizo sirio, llegamos a una desordenada frontera libanesa, que parecía anticipar un país caótico como temíamos. Sin embargo, los guardias fronterizos nos dieron la visa gratuita por un mes y, una vez dentro del país, nos encontramos con la sorpresa de una nación moderna, en plena reconstrucción, con gente muy amable y amistosa. Nada, salvo algunos edificios aun destruídos y el salvaje estilo de manejo de sus automovilistas, como si todavía estuvieran esquivando bombas, deja entrever la historia reciente del país. Ese día llegamos a la ciudad de Zahlé, de mayoría cristiana, la primera de esas características desde que estamos en el Medio Oriente.

Al otro día fuimos a Beiruth, para lo cual debimos cruzar la cordillera de los montes Líbano, por un paso de 1.600 metros de altitud y un ascenso de unos 25 km. que nos llevó bastante tiempo y esfuerzo. Entrar a Beiruth (casualmente el día en que se conmemoraban 33 años del comienzo de la guerra civil) fue toda una aventura, siendo que nos costó mucho orientarnos en una ciudad de tráfico veloz y autopistas a oscuras (porque, por un par de pinchaduras, se nos hizo de noche al entrar a la ciudad). Tres o cuatro veces la gente nos ayudó a llegar a destino, incluyendo un conductor de ómnibus que nos cubrió con su vehículo para cruzar una autopista repleta de autos. En la últıma de estas circunstancias, conocimos a Hyam, una escritora y poeta de lengua francesa, y sus amigos Marwan y Laurent, que nos guiaron hasta el alojamiento buscado. Resultó ser éste una pensión de mala muerte en donde nos quedamos sólo esa noche, mudándonos al otro día a la casa de Hyam. Por suerte para nosotros, porque Karina debió recuperarse en esos días de una infección intestinal.

Beiruth es una ciudad interesante, donde las construcciones antiguas se integran muy bien con las más modernas, hecho "beneficiado" por la destrucción provocada por la guerra civil y los bombardeos israelíes, que obligan a una reconstrucción a nuevo periódica de gran parte del centro histórico y otros barrios. Con Hyam, que maneja su auto a gran velocidad y al límite todo el tiempo, visitamos las montañas de la zona drusa, una de las 18 religiones del país, y la reserva de Chouaf, donde se conservan los famosos cedros del Líbano, apenas algunos sobrevivientes de los densos bosques que sirvieron para que faraones egipcios, fenicios, persas, romanos, árabes, cruzados y otomanos construyeran barcos y monumentos.

Dejamos Beiruth para ir a la antigua ciudad de Byblos, donde volvimos a constatar la amabilidad de los libaneses. Aquí encontramos, después de bastante tiempo, un camping, con cuyo dueño pudimos charlar en portugués, pues había vivido en Brasil. En Byblos también ayudamos a una familia (que nos dejó hacer una llamada telefónica) a comunicarse por e-mail con sus parientes en Venezuela, que ya no hablaban árabe sino español. De Byblos fuimos a Trípoli, la última ciudad importante libanesa antes de cruzar la frontera para volver a Siria. Es esta una ciudad mayoritariamente musulmana, lo que se nota en sus antiguos monumentos religiosos y sus souks laberínticos. Al llegar, nos guiaron dos ciclistas que después nos comentaronn que trabajaban en inmigraciones en la frontera siriolibanesa. Nos los encontramos al otro día, al salir del país.

Ver las fotos del recorrido por el Líbano.

DE NUEVO EN TIERRA SIRIA
El segundo tramo por Siria fue a lo largo de la costa del Mediterráneo, que veníamos siguiendo desde Beiruth. Al cruzar la frontera, después de esperar un tiempo por una nueva visa, tratamos de llegar a la ciudad de Tartus, pero pronto fue evidente que la noche nos iba a sorprender antes. Por suerte, nos encontramos con una familia que nos alojó en su casa. La conversación no fue fácil, pero nos las arreglamos para entendernos. Tomaban mate importado de Argentina, pero cada uno con su vaso y bombilla individual.

Después fuimos a ver el famoso e impresionante castillo de los cruzados conocido como el Crac de los Caballeros. Llegamos después de una subida durísima pues los cruzados hacían sus fortalezas en los puntos altos de las montañas. El castillo está increíblemente bien conservado, entre otras cosas porque era una posición tan poderosa que jamás fue tomado por asalto, a pesar de haber sido asediado varias veces, incluyendo al poderoso Saladino. Los últimos defensores, unos escasos doscientos hombres, se retiraron por un acuerdo con los sitiadores musulmanes.

Volvimos a bajar los 60 km. para llegar, esta vez sí, al puerto de Tartus. Al otro día recorrimos la distancia hasta la ciudad de Latakia, un lugar agradable desde el cual fuimos a ver las ruinas de Ugarit, la ciudad cananea que, cerca del 1.300 AC, inventó el primer alfabeto conocido y cuya tableta original habíamos visto en el Museo de Damasco.

De Latakia sólo quedaban unos 55 km. hasta la frontera del siguiente país, Turquía. No fueron fáciles: hubo que cruzar una cordillera que no habíamos previsto, que nos hizo sudar bastante. Cuando llegamos a la frontera, sentímos que íbamos a extrañar la amabilidad y calidez de sirios y libaneses, sensación que no experimentábamos desde hacía bastante tiempo. A pesar de cierto descendiente de sirios que tuvimos de presidente.

Ver las fotos de este segundo tramo por Siria.

el trayecto siria - líbano - siria


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